miércoles, 16 de febrero de 2011

O sea, viajar en tren es súpercutre

¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Sí? Estupendo.

Como ya habrán notado (o quizá no), han pasado varias semanas desde la última entrada. Hay quien lo achaca a los exámenes universitarios, hay quien dice que es culpa de la falta de ideas, otros afirman que se debe a la pereza… Yo, personalmente, prefiero echarle la culpa a Bob, que para eso es el nuevo. Así, sin más.

Tras haber limpiado mi conciencia, paso a relatarles lo que ha tenido lugar ante mis ojos hoy en mi amado Cercanías Valencia-Castellón:

Estaba yo sentado tan ricamente, leyendo Regimiento monstruoso, del gran Terry Pratchett, cuando mi sentido boinácnido se ha activado. Un cuarteto de niñas pijas (o no tan niñas, que tendrían unos veintidós años) recorría el vagón buscando dos parejas de asientos donde aposentar sus panderos enfundados en ropa de marca. Y, ¿a qué no adivinan dónde han ido a parar? Correcto. A mi lado.


«O sea, pero qué fuerte, ¿no? Y hay gente que no tiene jet privado ni nada y tiene que ir en tren todos los días…»


Iluso de mí, he intentado seguir con mi lectura, pero el nivel de decibelios que alcanzaban sus graznidos lo han hecho imposible (además de conseguir que el Gobierno haya declarado el vagón zona ZAS), por lo que me he limitado a escuchar lo que decían. Y qué cosas decían. Mentes preclaras las suyas, sobre todo la de nuestra protagonista, que llevaba la voz cantante. Sin más preámbulos, les dejo con extractos de sus gloriosas perlas. Por desgracia, son todas reales:

- Mira, tía, aquí dice que han indultado a un toro.
- …¿Qué es indultar?

- O sea, qué fuerte me parece, van a juzgar a Berlusconi por follar con una prostituta menor de edad. Ahora resulta que el criminal es el putero y no las putas, y hala, las putas a forrarse. Me «ennervo».

Como ven, nuestra amiga no ha oído hablar de los proxenetas. Tampoco ha oído nunca la pronunciación correcta de la palabra «enervar». Ni de «a rajatabla», pues en más de una ocasión ha dicho la expresión y la pronunciaba siempre «a raja tabla». Pero sigamos, sigamos...

- En la UJI hay un Bancaja, ¿no? Es que tengo que ver cuánto dinero tengo en mi cuenta y… bueno, qué coño, llamo a mi madre, ¡voy a ir a Bancaja yo, JA!. [saca el móvil] Mamá. Mamá. Enciende el ordenador… sí, es que quiero que me mires cuánto dinero tengo… sí. Sí, sí. Pues enciende el ordenador y ya está. Ajá… ¿sesenta euros? Vale. Adiós.

- Tía, me duele un montón el hombro desde que me caí esquiando, pero no quiero ir al médico, no sea que lo tenga roto y me lo tenga que escayolar, que sería súper incómodo.

- Tía, me apetece un kebab, pero me da cosa ver la carne apelmazada en el troncho ese.
- A ver, pues no pasa nada, no lo mires. Es como un amigo que trabaja en McDonalds, que les dicen que si se les cae una hamburguesa al suelo que la limpien o se la descuentan del sueldo. Pues a ver, como no lo ves, no pasa nada y te la comes igual.

- Mi compañero de piso es pobre o algo, ayer vamos a hacer la compra y dice que no quiere que la traigan a casa porque te cobran siete euros extra.
- ¿Cuánto era la cuenta?
- Catorce euros, tía, y va y dice que compremos la de la otra semana también, porque a partir de treinta euros no te cobran por llevártela. Qué cutre, tía. Y encima el otro día no había nada de cenar y le dije de pedir unas pizzas a Telepizza y dijo que no, que se bajaba a una pizzería o a un restaurante y por el mismo dinero cenaba más y mejor. Con lo buenas que están las pizzas del Telepizza, tía. Será cutre.


Sobran las palabras. Ya que están aquí, no estaría de más que se suscribiesen a este modesto (pero no por ello menos espléndido) blog, pues tenemos la firme intención de mantener una periodicidad. Suscríbanse. ¡Que se suscriban! Y también pueden visitar nuestro Twitter y nuestra página de Facebook desde la columna izquierda. La OTRA izquierda.